Saturday, September 13, 2014

Comer grasas para adelgazar: un nuevo estudio rompe con las creencias sobre dietas

 
Muchos han sido los genios que a lo largo de la historia, y tras cientos de horas dedicadas al estudio y la pesquisa, han acabado detectando que cuanto más aprendían, menos sabían. 

Desde el muchas veces malinterpretado “solo sé que no se nada” de Sócrates, hasta la archiconocida “solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera” de Albert Einstein.

 Esta certeza, o falta de certeza, puede aplicarse perfectamente al mundo de la nutrición y la dietética. Cada dos por tres aparecen nuevas investigaciones que indican novedosos y resolutivos aspectos positivos de un tipo de alimentos respecto a otro.

En las últimas décadas la idea más extendida ha sido la de señalar como enemiga a la grasa. Asimismo, no ha sido tan habitual observar los aspectos negativos de los carbohidratos e incluso han nacido dietas ricas en estos nutrientes con el objetivo de hacernos perder peso. Sin embargo, este nuevo estudio se ha sumado a la vilipendiada (y fundamentada) opinión de que la grasa no es tan mala.

Ingerir grasas puede ayudar a bajar de peso

Una nueva investigación ha llegado a la conclusión de que las personas que evitan el abuso de carbohidratos y comen grasa no solo pierden más peso, sino que tienen menos riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares. Este nuevo estudio no tiene detrás a ningún gurú de la nutrición. El encargado de su financiación es el National Institutes of Health, dependiente del departamento de salud y servicios humanos del gobierno de los Estados Unidos.
Este es uno de los primeros estudios a gran escala que dejan a un lado el consumo calórico

En este estudio, publicado en Annals of Internal Medicine y del que se hace eco el New York Times, participaron 150 personas con una gran diversidad entre ellos. A cada participante se le asignó durante un año un tipo de dieta que regulaba la cantidad de carbohidratos o de grasas ingeridad, pero nunca el contenido calórico total absorbido.

Con esta curiosa decisión, se han centrado en dejar a un lado la obsesión por las calorías y observar cómo realmente afectan las grasas y los hidratos de carbono a nuestro organismo. Para el experto Dariush Mozaffarian, decano de la Friedman School of Nutrition, Science and Policy de la Universidad de Tufts,
esta es una buena idea y bastante novedosa porque según él este es uno de los primeros ensayos a gran escala en el que se ha dejado a un lado la restricción calórica. Mozaffarian también añade que los resultados abren una nueva puerta a una alimentación (que adelgace) en la que se consuman menos hidratos de carbono y no se preste tanta atención a las calorías

Tras un año de estudio y con este nuevo enfoque, los resultados tuvieron un resultado muy revelador: los participantes que siguieron una dieta baja en hidratos de carbono perdieron una media de tres kilos y seiscientos gramos más que aquellos que se vieron obligados a prescindir de la grasa. Por si estos resultados no fuesen lo suficientemente definitorios, hay que señalar que los que abandonaron la grasa sí que adelgazaron, pero a costa de una mayor pérdida de masa muscular, no de tejido adiposo. Algo que, desde luego, no es positivo.

Mejoras cardiovasculares
Hay que reconocer que estas ideas no son del todo nuevas, ya en los años 70 el conocido y polémico doctor Robert Atkins estableció una dieta basada en altos contenidos grasos y bajos en carbohidratos. Como era de esperar, llovieron numerosas críticas a este planteamiento.

Las dos principales consistían en la idea de que la disminución de peso solo se debía a la reducción de líquidos del cuerpo y que aumentaría el riesgo de enfermedades derivadas del incremento del colesterol. Según este estudio, quizá Atkins no iba tan desencaminado. De hecho, los participantes que consumieron grasa siguieron la dieta Atkins con algunas modificaciones.

Los valores del colesterol 'bueno' mejoraron en el grupo que consumió grasas, los de 'malo' se mantuvieron similares en ambos

La principal recomendación que siguieron es que debían elegir preferiblemente las grasas no saturadas (como el pescado o aceite de oliva), pero no se les privó de las saturadas, carnes rojas o queso. Mientras, los que tuvieron que abandonarlas, no lo hicieron del todo, sino que las mantuvieron por debajo del 30% de su consumo total. Asimismo, a ambos grupos se les animó a consumir más verduras para mejorar su alimentación.

Los análisis de sangre indicaron que el grupo con bajo consumo de carbohidratos, a diferencia del otro, mejoró notablemente su contenido de lipoproteínas de alta densidad. Estas son habitualmente conocidas como colesterol ‘bueno’, ya que se encarga de transportar al ‘malo’ para que el cuerpo lo elimine de su interior. 

Los valores del ‘malo’, en cambio, mantuvieron niveles similares en ambos grupos. Además, las calificaciones de riesgo de Framigham (que mide la probabilidad de sufrir un ataque al corazón en los próximos diez años) mejoraron en dicho grupo.

Para Ronald M. Krauss, expresidente del American Heart Association's dietary guidelines committee, estos resultados muestran que comer hidratos de carbono refinados tiende a elevar el colesterol ‘malo’, lo que puede aumentar el riesgo de problemas como la ateroesclerosis. Mientras, las grasas saturadas son menos propensas a obstruir las arterias.

Los resultados del estudio hablan por sí solos y parecen bastante resolutorios en su conclusión de que las grasas ayudan a perder peso y mejorar la salud cardiovascular. Pero para ver si la solución es tan clarificadora como aparenta ser, tendremos que esperar a que pase el tiempo y vayan apareciendo nuevas investigaciones que acaben, o no, con todas las dudas que tenemos sobre nuestra alimentación.